Hipatia

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martes, 14 de junio de 2011

La travesía de los Alpes

Recibimos una nueva orden de Aníbal, atravesar los Alpes, aún sabiendo que era pleno invierno y parte de nuestro ejército moriría acausa del frío.
Esto no importaba debíamos vencer a Roma a cualquier precio. A medida que avanzábamos estábamos más debilitados, mis compañeros iban cayendo a causa de las extremadas temperaturas, de nuestro agotamiento tras días de viaje pero aún así seguiamos adelante con la esperanza de vencer a los romanos.
Cuándo al fin conseguimos atravesar los Alpes y divisar los primeros pueblos romanos, nuestro ejército estaba gravemente reducido.
Pero aún así no perdimos ninguna de las batallas antes de llegar a nuestro claro objetivo, a nuestra razón por la que habíamos dejado atrás a todos nuestros compañeros cuándo ya no pudieron seguir adelante. O incluso dejando atrás a nuestras familias, esperando nuestra llegada, tras nuestra victoria.

La batalla de Alesia

El legionario Sexto Valerio, de la IX legión de Roma al mando de Julio César se encontraba, entre la niebla matutina, frente a los muros de la ciudad gala de Alesia, la poderosa fortaleza donde Vercingetórix, el rebelde galo, se había refugiado en un último intento de frenar el implacable avance de las legiones.
Sexto estaba cansado, hacía varios días que habían llegado a la ciudad y aunque aún no habían entrado en batalla los legionarios no habían estado quietos, de echo, César les había hecho trabajar duro para levantar un muro que rodeara la ciudad cortando así sus suministros. Todo parecía indicar que la ciudad se rendiría por hambre y sed. Pero hacía un par de noches que un pequeño grupo de jinetes galos logró romper el cerco romano y evitar a los centinelas saliendo al exterior para pedir ayuda. Ahora las diez legiones de César -unos cincuenta mil hombres- debían enfrentarse a los ochenta mil guerreros que Vercingetórix mantenía en Alesia y a una fuerza de más de doscientos mil galos que venían en su auxilio.
Sexto y el resto de su centuria, la primera de la legión, habían sido asignados a contener el avance de los hombres de Vercingétorix que salían de la ciudad.
Ante este inesperado ataque, César dividió a sus tropas en dos grupos, las primeras tendrían que defender el primer muro del campamento a pesar de estar en clara inferioridad númerica y las legiones del segundo grupo protegerian el muro exterior.
Sexto Valerio vio como el enemigo lanzaba primero docenas y más tarde centenares de flechas y jabalinas que cayeron sobre sus compañeros y los otros legionarios desprevenidos. Muchos cayeron con graves heridas en piernas y brazos pero en cuanto los romanos se organizaron y cubrieron con sus escudos, los galos tuvieron que lanzarse al ataque frontal. Fue entonces cuando los romanos lanzaron sus lanzas masacrando a miles de galos. La organización de las legiones logró contener a Vercingetórix y su ejército pronto fue derrotado. Sexto Valerio, a pesar de las numerosas bajas entre su centuria y las heridas sufridas se puso en pie y observó como las tropas del segundo grupo, con César a su frente, hacían huir al resto de los atacantes con la caballería romana persiguiéndoles.
Tras esta gran victoria los galos se riendieron y la guerra tocó a su fin, pasando la Galia a convertirse en una provincia romana.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El reino de los muertos

De modo que me planté en el umbral de los dos mundos, y no era poca mi desdicha, pues el descenso al mundo de los muertos no era plato de mi agrado. Pero ya que había llegado hasta allí no podía volver, o en adelante sería conocido como Odiseo el Cobarde ¡Y por los dioses de Ítaca que no dejaría que tal apodo manchara mi nombre!
Bajé las escalofriantes escaleras y me encontré con un túnel cuyo fin la vista no alcanzaba a vislumbrar. Caminé hacia el fondo del enorme túnel, pero no puedo decir por cuánto tiempo ya que en la negrura no podía contar el paso de horas o días.
Llegué al fin a un gran arco de piedra, con dos antorchas cuyas llamas indicaban la entrada. Apareció en ese preciso momento un visitante que no esperaba. Un jinete. Pero no un jinete cualquiera, si no un Guardián de los Muertos. Éste montaba un inmenso caballo totalmente negro, cuyos adornos estaban rasgados y rotos en su mayor parte. El Guardián llevaba puesta una especie de túnica negra como la oscuridad que nos rodeaba y una capa también de color negro. Sólo sus dos ojos rojos brillaban bajo la capucha que tapaba su rostro.
- ¿Quién eres y qué quieres?- preguntó, y su voz sonó fría como el hielo y dura como el acero.
- ¡Yo soy Odiseo!- exclamé- ¡Apártate de mi camino, criatura de las sombras, pues es con el rey de Ítaca con quién cruzas tus palabras!
Pero comprendí entonces que los muertos no diferencian de reyes u hombres corrientes y pronto, surgidos de una blanca bruma, aparecieron ante mí docenas y docenas de muertos. Algunos parecían personas hechas de bruma, pero otras eran escalofriantes espectros con más huesos que carne y los ojos vacíos.
De pronto me pregunté cómo escapar de allí, pues ahora había ofendido al muerto más que el muerto a mí.

martes, 1 de marzo de 2011

Las murallas de Troya

Y otro día más, al amanecer, nos plantamos ante la poderosa muralla troyana, con sus grandes almenas repletas de arqueros y cuyas flechas destrozaban nuestras filas.
Cada cincuenta metros más o menos, unas gigantescas torres sobresalían. Todos los muros eran de gruesas piedras marrones y grises y en algunos puntos, surcados de manchas negras, allí donde los proyectiles de nuestras catapultas han impactado, sin producir daño alguno pues su grosor es tal que puede soportar años de asedio.
No hay forma de asaltar sus defensas ya que las torres que teníamos han sido destrozadas por las catapultas de los troyanos. En el corazón de Troya se alza la ciudadela, con unas murallas y fortificaciones mucho más poderosas que los muros exteriores. Ni siquiera nuestros generales y capitanes han logrado romper semejante defensa, ni Ulises, ni Agamenón, ni tan siquiera el poderoso Aquiles. Sus puertas doradas se abren ante mis ojos empujadas por seis hombres cada una. Y aquí está un día más, el ejército troyano con su rey Héctor al frente...